No vas a votar.
El lunes por la mañana irás a trabajar (si tienes empleo) y cuando entres al curro cansadísimo de la rutina dirás: “Me abstengo”. Después vendrá tu jefe a darte una orden tonta y tú, seguramente, dirás: “Me abstengo”. Al final del mes llegará tu salario -o lo que queda de él- y tú también, seguramente, dirás: “Me abstengo”.
Vendrá el día en que a tu tío le sea diagnosticado un cáncer y la lista de espera para la urgente operación sea infinita. En ese momento llegará una carta de una clínica privada a su buzón, ofreciéndole la tan necesitada operación por 10.000 euros. Y tu volverás a decir: “Me abstengo”.
Vendrá tu hermana de una manifestación con un ojo destruido por un bolazo de un antidisturbio al que su mando (elegido a dedo por un político) le dio la orden de disparar a esos hippies que estaban en el suelo levantando las manos en alto. Por supuesto que dirás: “Me abstengo”.
Cada una de estas situaciones está relacionada con normas (leyes) hechas por políticos. Si te crees tan importante y poderoso como para que estas situaciones no te vayan a afectar, adelante, no votes y sigue pensando que tu vida te pertenece a ti y todas las decisiones sobre las cosas que te pasan las tomas tú y solamente tú.
Hubo una época histórica en la que el abstencionismo -con más o menos razón- fue algo serio. El anarquismo histórico esapañol promovió la abstención. Tenía sus razones. Cuando se dio cuenta de que las cárceles estaban llenas de personas -su propia gente- injustamente encarceladas, decidió pedir el voto para el Frente Popular. La urgencia de la situación se impuso porque tumbar ese gobierno de la derecha más cavernícola era la única forma de parar las locuras que estaba llevando a cabo esa casta de “la escopeta nacional”. El abstencionismo de hoy no tiene nada que ver con eso, sino que es una pose de gente que se cree muy “cool” y superior a las otras personas. En realidad ellos son los más esclavos porque se sienten más libres que los demás que van a votar cuando en realidad están dejando las manos libres a la casta, los mafiosos, los corruptos que pueden destruir sus vidas.
Los movimientos feministas y antiracistas de los EEUU ya explicaron muy bien que la división entre la esfera privada (yo y mi gente) y la esfera pública (la política, lo social) era una fantasía. Los humanos somos personas y no existe una realidad separada entre la esfera individual y la colectiva. Eso es una construcción artificial que solamente sirve para sentirse el amo de la propia vida y dejar la vida social en manos de los que dominan.
Ese sentimiento de que “yo” me encargo de mi vida y de mis problemas y no me intereso de lo que pasa en la sociedad; ese es el ejemplo más grande de la mentalidad esclava. Esclavismo interiorizado hasta lo más profundo del ser. Mientras goza la casta y brinda con champán porque los esclavos no les presentan resistencia allí donde más cómoda se siente: las instituciones.
Con una Europa con derivas muy antidemocráticas y antisociales, la opción de del abstencionismo es solamente una pose. Una pose que puede quedar muy “cool” y muy “radical”, pero que en realidad es una ideología esclava y pasiva.
Sin duda hay problemas muy serios para poder cambiar un parlamento de color, pero el problema no es votar, sino la gente que ocupa los cargos.
Si los medios de comuniación manipulan: ¿Qué te parecería ver a Jordí Evolé (o a quien te guste) de director de los informativos de RTVE o de unos informativos a escala europea?
Si los de arriba echan a la gente de sus casas sin la menor compasión: ¿Qué te perecería ver algún día a Ada Colau de minista de vivienda?
Si la energías renovables son el futuro de tu país y los políticos corruptos solamente invierten en ladrillo: ¿Qué te parecería ver a uno de esos ingenieros tan formados y emigrados deministro o ministra de energía? O mejor, de comisaria europea para asuntos energéticos.
Si el sistema educativo es un desastre: ¿Qué te parece que la determinara un ministerio que escucha a estudiantes y profesorado en lugar de a Botín y su gente?
Hay muchos argumentos, pero lo que quería decirte amigo abstencionista es que ni tú ni yo individualizados somos los reyes del mambo. El mambo se juega hoy en día en altos rascacielos y fiestas de cara farlopa.
Eso sí, como nos lo tomemos en serio y nos pongamos a remar en la misma dirección, verás que juntos PODEMOS y que no es una tontería lo de atreverse a soñar porque somos el 99%.
Un voto puede ser nada, pero imagínate que se nos ocurriera poner varios millones de votos juntos y pudiéramos decidir quién es el presidente, o presidenta. A nuestra generación nos han engañado, mentido, ninguneado, robado Pero… ¿Y si pudiera ser diferente?
¿A qué da ganas de pensarlo?
Dale unas vuelsta al tema estos días. Al menos aunque solamente sea para darle una bofetada a Merkel y esa casta que se ha apropiado de Europa. No se la vamos a regalar.
Si queremos claro que podemos.
Pedro Aranda (del círculo Podemos en Berlín)