“LAS ÚLTIMAS ELECCIONES DEL ANTIGUO BERLÍN”
Es el periódico “Die Welt” (El Mundo) alemán el que abre hoy su edición online con este titular.
Nunca se podría haber expresado mejor el espíritu con que se van a vivir las elecciones regionales mañana, 18 de septiembre.
Berlín es considerada desde la posguerra la “Isla roja” de Alemania. Aquel lugar multicultural “Arm aber sexy” (“Pobre pero sexy”), liberal para con las minorías y que subvencionaba las necesidades básicas de sus vecionos para que tuvieran una vida tranquila y más bien hedonista, por formularlo de alguna manera.
La “Isla roja” criticada siempre por las mayorías conservadoras de Munich y Francfurt por “vivir del cuento” mientras las locomotoras económicas estaban en otras regiones y en sus bastiones regía la moral del trabajo duro. Ese era el precio de mantener una burbuja berlinesa frente a la RDA, una burbuja en las que los 365 del año había “fiesta, arte y drogas” para aquellos que lo desearan.
Después de la caída del muro de Berlín, la vida comenzó a cambiar rápidamente. La pequeña isla alternativa vuelve al mundo normal del mercado global y, especialmente desde finales de los 90, el cambio de estructura poblacional se va haciendo más claro. Empieza a conformase la nueva motrópoli, cada vez más atractiva para población internacional.
A día de hoy se sigue considerando que la mayoría social es de izquierda-liberal (sociademócratas, verdes e izquierda suelen ser mayoritarios en elecciones), con una derecha bastante débil en comparación con otras regiones del país. En Berlín, incluso parte de los más acomodados vota a izquierdas y verdes, pues no tienen propuestas ecomómicas muy distintas de la derecha cuando están en puestos de gobierno, sino que los temas en disputa son más bien sobre libertades civiles, como en USA: estilo de educación en las escuelas, drogas, migración, etc.
En la última década Berlín ha sufrido un cambio muy rápido en su estructura social. Independientemente de si los gobiernos eran coaliciones de izquierda o grandes coaliciones (SPD+CDU) la vida de mucho berlineses clásicos ha ido empeorando de forma poco visible en los ámbitos políticos. El proceso de gentrificación y expulsión de las personas con menos recursos a la periferia de la ciudad es comparable con los procesos de otras ciudades como Barcelona o especialmente Londres.
Los precios de los alquileres crecen a saltos que puieden incluso a llega a los dos dígitos por año, lo que conlleva que el centro de la ciudad sea cada vez más hipster y se vean menos ancianos o personas menos “modernitas”. Berlín es la nueva capital europea para los guapos, inteligentes, dinámicos y consumistas jóvenes de los nuevos negocios pujantes (especialmente sector internet). Parte de la antigua población se siente arrinconada. Es necesario repetir que todo este proceso se dio también cuando gobernaba la izquierda en Berlín – Estado federal, y no solamente en los años de gran coalición.
A esto podemos sumar la política de Merkel con los refugiados, que no fue consultada con la población y levanta miedos en parte de ella. Además, las políticas europeas que son sentidas por muchos de los “perdedores de la globalización” como un robo de sus ahorros y una amenaza para su futuro.
Como guinda del pastel, podemos añadirle casos de corrupción como por ejemplo la construcción del nuevo aeropuerto de Berlin BER, que lleva varios años de retraso y miles de millones de sobrecosto totalmente injustificados. También los negocios inmobiliarios pujantes parecen tener conexiones poco claras con ciertos políticos.
Hace años el nuevo partido Pirata recogió parte destacable del voto descontento, aunque sus divisiones internas y falta de estrategia clases los llevaron al colapso en menos de 2 años.
En este contexto se espera que las bases de los partidos tradicionales se movilzen poco, por pura desidia. Como alternativa que impugna la situación se presenta el nuevo partido de derecha populista AfD (que no es neonazi pero sí ultraconservador), con un electorado muy activo, que actúa como palanca de reacción y castigo al resto de partidos.
El hecho de que un partido de este tipo acaricie el 15% viniendo desde la nada en las nuevas encuestas es una bombazo para la identidad liberal de Berlín. Algo considerado totalmente imposible durante décadas en una ciudad como esta está tomando realidad, consiguiendo incluso marcar algunos puntos entre comunidades inmigrantes como los eslavos, que se identifican parcialmente con el discurso de la moral neoconservadora y el orden que ofrece este nuevo movimiento ultraconvservador.
El resultado de mañana se conocerá solamente al cerrarse las urnas. Los que sí parece claro es que va a generar un profundo debate entre los partidos clásicos.
Por un lado, los conservadores ven cómo pierden terreno frente a un competidor que les adelanta por el lateral derecho, peligrando su propia existencias como partido atrapalotodo desde el centro a la derecha.
Por otro, los izquierdistas verán que, al igual que en los USA, la izquierda se ha dedicado mucho a los “estilos de vida alternativos” y que cada vez más personas en lo local tienen miedo de la globalización y el nuevo modelo económico global. Población generalmente trabajadora, que de forma progresiva los reconoce menos como sus defensores naturales y miran hacia alternativas de derecha populista como intento de impgnar el estado de las cosas.
Poslblemente, el 18 de septiembre, en Berlín y Alemania descubran que aquí también tienen a su propio Donald Trump, y que su éxito de basa en el fracaso de los partidos tradicionales tanto de derechas como de izquierdas para vincularse con una población que cada vez se siente más alejada de ellos, ya sea por vía de la abstención o por el voto a partidos o personajes protesta con tendencias autoritarias.